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A medida que un niño va creciendo y madurando, va atravesando diferentes etapas de desarrollo paulatinas que abarcan desde el nacimiento hasta la adultez. Además de este proceso natural común a todos los seres humanos, otros factores que pueden influir en el desarrollo de un niño comprenden la genética, la interacción con el ambiente y concepciones culturales. La psicología infantil y juvenil es fundamental, pues ayuda a los padres y docentes a comprender el comportamiento de sus hijos y a educarlos para que lleguen a ser seres humanos plenos.
Así pues, la psicología infantil y juvenil les proporciona herramientas valiosas y útiles a padres y profesores para procurarles a los niños y adolescentes un desarrollo psicológico íntegro. A su vez, en la psicología infantil y juvenil pueden detectarse anomalías en una etapa temprana, investigar su origen y proporcionar una solución que las trate. Muchas de estas anomalías como la ansiedad o la hiperactividad tienen un impacto visible en los procesos de aprendizaje. De esta forma, la psicología infantil anticipa los casos potenciales de trastornos de desarrollo, como es el caso del autismo, para trazar un plan de acción lo más tempranamente posible.
Dentro del desarrollo de los jóvenes y adolescentes distinguimos el desarrollo físico, el intelectual y el socioemocional. Al hablar de desarrollo físico nos referimos a los cambios físicos que experimentan en su cuerpo los niños a medida que van creciendo de forma estable y predecible. A su vez, comprende la adquisición correcta de habilidades motrices como la coordinación fina y gruesa.
De forma paralela, el desarrollo cognitivo e intelectual se refiere a los procesos mentales de niños y adolescentes para aprender nuevos conocimientos y habilidades mediante el lenguaje, los pensamientos, el razonamiento y la imaginación.
Aunque se pueden tratar el desarrollo social y emocional por separado, están tan estrechamente relacionados entre sí que es difícil desgajarlos uno del otro. El desarrollo social en el niño consiste en aprender a relacionarse con los demás, siguiendo unas pautas sociales preestablecidas, mientras que el desarrollo emocional comprende el autocontrol y la adecuada expresión de sentimientos y emociones (miedo, confianza, orgullo, amistad, humor, etc.).
La causa más común por la que los padres suelen recurrir a un especialista en psicología infantil y juvenil son problemas conductuales. Todos los niños son un poco traviesos, desafiantes e impulsivos de vez en cuando. En los adolescentes se observan también estos comportamientos, pudiendo resultar en ocasiones un tanto conflictivos y aleatorios con el fin de establecer su autonomía y cortar con la autoridad paterna. Aunque todo esto entre dentro de una normalidad, hay niños y adolescentes que son extremadamente difíciles de manejar y que hacen gala de comportamientos erráticos y peligrosos que salen de los márgenes de lo esperable.
En este sentido, la psicología infantil y juvenil se implica examinando todas las fuentes posibles que han podido dar pie a estos problemas conductuales, lo que abarca trastornos mentales, genética, dieta, dinámicas familiares disfuncionales y estrés, con el fin de tratarlos de forma acorde.
Con desarrollo emocional entendemos el proceso madurativo que nos permite ir captando e interpretando los sentimientos propios y ajenos. Es decir, entender por qué ocurren, identificar qué clase de sentimiento se está experimentando y saber gestionarlos. Esta etapa tan compleja comienza en la infancia y se extiende hasta entrada la adultez. Las primeras emociones que pueden reconocerse en los bebés son la ira, la tristeza y el miedo.
Ya más tarde, cuando van creciendo, aparecen emociones más complejas y puramente humanas como la timidez, la sorpresa, el entusiasmo, la vergüenza, la culpa o el orgullo. Así pues, los estímulos que perciben van cambiando en cuanto a las emociones que suscitan, así como también cambian las estrategias que implementan para lidiar con dichas emociones.
No obstante, hay niños a los que les cuesta regular más sus emociones por su temperamento, que hace que sientan ciertas emociones como el enfado de forma especialmente intensa. Así pues, la psicología infantil y juvenil ha de identificar en primer lugar por qué un niño tiene dificultades para expresar o regular sus emociones con el fin de ofrecerle medios para que aprenda a aceptar sus sentimientos y a contener reacciones inadecuadas desde el punto de vista social.
El campo laboral de la psicología infantil ofrece diversas oportunidades para aquellos profesionales interesados en trabajar con niños y adolescentes. A continuación, te ilustramos con algunas de las salidas más comunes para los psicólogos especializados en este ámbito:
Los psicólogos infantiles pueden desempeñar un papel fundamental en clínicas y hospitales que se centran en la salud mental de los niños. En este entorno, su labor se enfoca en la evaluación, diagnóstico y tratamiento de trastornos emocionales y conductuales. Además, colaboran estrechamente con otros profesionales de la salud para brindar una atención integral a los pacientes. Algunas áreas de especialización clínica pueden incluir trastornos del espectro autista, trastornos del estado de ánimo, trastornos de ansiedad, entre otros.
La psicología educativa es otra área relevante para los psicólogos infantiles. En los centros escolares, los profesionales pueden trabajar en equipos multidisciplinarios, colaborando con profesores y personal educativo para identificar y abordar las necesidades emocionales y de aprendizaje de los estudiantes. A su vez, proporcionan orientación académica y asesoramiento vocacional, ayudando a los niños y adolescentes a desarrollar habilidades de estudio, enfrentar desafíos académicos y tomar decisiones respecto a su futuro educativo y profesional.
Los psicólogos infantiles también pueden trabajar en consultoría y asesoramiento brindando apoyo a familias y cuidadores en el manejo de las dificultades emocionales y conductuales de los niños. Esto implica realizar evaluaciones familiares, ofrecer estrategias de crianza positiva, trabajar en la resolución de conflictos familiares y proporcionar herramientas para fortalecer las relaciones familiares. Adicionalmente, ofrecen orientación en la implementación de rutinas y pautas que promuevan el bienestar emocional y el desarrollo saludable de los niños.
Es importante destacar que estas son solo algunas de las salidas laborales más comunes para los psicólogos infantiles, puesto que también existen oportunidades en la investigación, la docencia universitaria, el trabajo en organizaciones sin fines de lucro y el desarrollo de programas de prevención y promoción de la salud mental infantil.
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