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El 25 de noviembre Día Mundial de la Violencia de Género, es el nombre popular que recibe el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y permite visibilizar una realidad que, según ONU Mujeres, afecta a casi una de cada 3 mujeres del planeta.
Lejos de limitarse a campañas simbólicas, la efeméride recuerda que la agresión física, sexual o psicológica constituye un delito que debe enfrentarse con políticas públicas basadas en datos verificables, aplicación rigurosa de la ley y fortalecimiento del núcleo familiar.
El enfoque del Día Mundial de la Violencia de Género debe evitar caer en consignas ideológicas que, al obviar la complejidad de los factores sociales y biológicos, ofrecen soluciones parciales.
Paralelamente, esta fecha inaugura los 16 Días de Activismo contra la Violencia de Género, tratándose de una iniciativa mundial que culmina el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos, evidenciando que es inseparable de la dignidad humana en su conjunto la integridad de mujeres y niñas.
La elección del Día Mundial contra la Violencia de Género responde a un hecho histórico: el asesinato de las hermanas Mirabal (Minerva, Patria y María Teresa) a manos del régimen de Rafael Trujillo en la República Dominicana, el 25 de noviembre de 1960.
Su martirio simboliza la resistencia femenina frente al autoritarismo y demuestra que la violencia de género florece donde el Estado de Derecho se degrada.
Así pues, en 1999 la ONU adoptó la resolución 54/134 para oficializar la fecha del Día Internacional de la Violencia de Género y exhortar a los gobiernos a impulsar acciones concretas: endurecer penas, crear albergues y recopilar estadísticas transparentes.
En este sentido, la conmemoración no persigue la confrontación entre sexos, sino la protección de la mujer en entornos donde la fuerza bruta o la coacción suplantan al fundamento legal de la convivencia.
De esta manera, entender este origen histórico del Día de la Violencia de Género ayuda a mantener el debate anclado en la realidad factual, no en relatos ideológicos que diluyen responsabilidades individuales.
Aunque la denominación “mundial” no figura en el texto de la ONU, el término se popularizó para enfatizar la escala global del problema.
El objetivo de la jornada se alinea con los principios de la Agenda 2030 y con el programa UNiTE de Naciones Unidas, basándose en la tolerancia cero a las agresiones y un presupuesto verificable para programas de prevención.
Sin embargo, los datos muestran matices que la narrativa pública a veces ignora, en vista de que, la OMS estima que cerca del 38 % de los feminicidios son perpetrados por parejas o exparejas masculinas, mientras que, el 80 % de todas las víctimas de homicidio en el mundo son hombres jóvenes.
Así pues, abordar la violencia exclusivamente como consecuencia de “patriarcado” invisibiliza otras variables, tales como la pobreza, consumo de drogas, ausencia paterna, entre otras, que alimentan la espiral de agresión.
Un enfoque integral reconoce la especificidad del daño a mujeres y niñas sin descuidar la prevención de otras formas de violencia que también erosionan el tejido social.
La evidencia recomienda centrar la estrategia en la responsabilidad penal, la fortaleza familiar y la medición rigurosa de resultados:
Aplicación de la ley sin dilaciones: tribunales especializados, plazos procesales cortos y vigilancia electrónica para agresores reincidentes se asocian con menor tasa de revictimización.
Protección a la víctima desde la primera denuncia: refugios seguros, asesoría legal gratuita y líneas telefónicas 24/7, deben financiarse con recursos auditables y metas anuales.
Fortalecimiento de la familia: la ausencia paterna estable aumenta la probabilidad de conductas violentas en adolescentes, de forma que, programas de paternidad responsable y mediación familiar contribuyen a romper el ciclo.
Educación en responsabilidad personal: talleres escolares que enseñan autocontrol, respeto y resolución de conflictos ofrecen mejores resultados que los modelos basados exclusivamente en construcción social.
Combate al relativismo cultural: algunas prácticas como el matrimonio infantil, la mutilación genital femenina o las dotes coercitivas deben prohibirse sin ambigüedades, priorizando la dignidad humana sobre costumbres locales.
Datos abiertos: publicar estadísticas desagregadas sobre denuncias, condenas y reincidencia, permite evaluar políticas y evitar el sesgo de confirmación.
El marco RESPECT de la OMS, es decir, refuerzo de habilidades, empoderamiento económico, servicios, prevención, entornos seguros, contención y modelos transformadores, ofrece una base científica para articular estas acciones.
Su eficacia crece cuando se combina con métricas claras: porcentaje de órdenes de protección supervisadas electrónicamente, tiempo medio de atención judicial y proporción de agresores que reciben tratamientos de rehabilitación.
Más allá de los lazos naranjas, la conmemoración del Día Mundial de la Violencia de Género puede convertirse en una plataforma pragmática de prevención y rendición de cuentas mediante la realización de las siguientes actividades:
Algunas iniciativas locales por medio de las cuales se ha contribuido con la prevención de la Violencia de Género son las siguientes:
Estas experiencias evidencian que la tecnología y la voluntad política, cuando se integran, pueden salvar vidas y no meramente crear burocracia.
El Día Mundial de la Violencia de Género no debe reducirse a gestos performativos. Su propósito último es recordar que toda violencia, especialmente la ejercida contra mujeres y niñas por su condición, socava el fundamento moral de la sociedad.
Así pues, erradicarla exige políticas basadas en datos, justicia efectiva y responsabilidad compartida, es decir, de un Estado que castigue al agresor; familias que eduquen en materia de respeto; comunidades que vigilen y medios que informen sin sesgos.
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