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El sistema gastrointestinal es uno de los más extensos del cuerpo humano, así como de los más especializados, puesto que cada una de sus partes cuenta con una tarea fundamental y muy minuciosa para nuestra correcta nutrición. El esófago es un componente del sistema digestivo, pero destaca por ser el actor principal en la primera parte de la nutrición.
Este artículo explorará la anatomía y fisiología del esófago, su papel en la nutrición, y las principales patologías que pueden afectarlo, así como sus implicaciones en la nutrición clínica y hospitalaria.
El esófago es un tubo muscular de aproximadamente 25 centímetros de largo que conecta la faringe con el estómago. Aunque parece un tubo homogéneo, presenta cambios histológicos a lo largo de su longitud. La parte superior del esófago tiene una capa muscular esquelética (Muscularis Propria), lo que permite un control voluntario inicial de la deglución. A medida que descendemos hacia el esófago inferior, la capa muscular se transforma en músculo liso, que es controlado involuntariamente por el sistema nervioso autónomo. Esta transición propicia la eficiente propulsión del bolo alimenticio hacia el estómago.
Además, el esófago está revestido internamente por una capa de moco producida por glándulas en la submucosa. Este moco no solo facilita el paso suave del bolo alimenticio, sino que también protege el epitelio esofágico de daños mecánicos y químicos. Por ejemplo, cuando ingerimos alimentos demasiado grandes o puntiagudas, como una raspa de pescado o si tenemos reflujo gastroesofágico, donde los ácidos gástricos pueden causar irritación y daño al epitelio del esófago. De esta forma actúa como una barrera protectora.
El esófago cumple la función de transportar alimentos y líquidos desde la boca hasta el estómago mediante un proceso denominado peristalsis. Este movimiento ondulatorio es increíblemente coordinado: cuando tragamos, los músculos circulares y longitudinales del esófago se contraen y relajan en una secuencia muy precisa. Este proceso asegura que el alimento se desplace eficientemente hacia el estómago, incluso si estamos en una posición invertida, como colgados boca abajo.
El esófago está equipado con dos esfínteres importantes: el esfínter esofágico superior (EES) y el esfínter esofágico inferior (EEI). Estos esfínteres actúan como “guardianes” en cada extremo del esófago. El EES controla la entrada del bolo alimenticio al esófago y previene la entrada de aire durante la respiración, mientras que el EEI se relaja para permitir que el bolo entre en el estómago, previniendo el reflujo gastroesofágico.
Cualquier alteración en su estructura o función puede tener un impacto significativo en el estado nutricional del paciente. Algunas de las condiciones más comunes son:
Disfagia: La disfagia es la dificultad para tragar, que puede ser causada por una obstrucción mecánica, como un tumor, o por trastornos neuromusculares. Los pacientes con disfagia están en riesgo de desnutrición y deshidratación debido a la dificultad para ingerir alimentos y líquidos.
Reflujo Gastroesofágico (RGE): El RGE ocurre cuando el contenido del estómago regresa al esófago, causando síntomas como acidez y esofagitis. Los cambios dietéticos, como evitar alimentos que relajan el EEI (por ejemplo, menta, chocolate, grasas) y comer comidas más pequeñas, pueden ayudar a controlar los síntomas.
Esofagitis Eosinofílica: Una condición inflamatoria crónica del esófago que puede ser causada por alergias alimentarias. La eliminación de ciertos alimentos de la dieta puede ser necesaria para controlar los síntomas y prevenir el daño esofágico.
Las intervenciones nutricionales deben ser personalizadas según la condición específica del paciente, pero aquí vamos a presentar algunas de las estrategias de alimentación básica adaptada que más se suelen utilizar en nutrición clínica y hospitalaria:
Modificación de texturas: Para pacientes con disfagia, los alimentos pueden necesitar ser triturados o líquidos espesados para facilitar la deglución. Aquí se hace uso también de espesantes.
Nutrición artificial. Por un lado, encontraríamos nutrición enteral: En casos de disfagia severa u obstrucción esofágica, puede ser necesario utilizar sondas de alimentación para asegurar una ingesta nutricional adecuada. Y por otro, nutrición parenteral: En casos extremos, donde la alimentación oral o enteral no es posible, la nutrición parenteral puede ser utilizada para proporcionar nutrientes directamente al torrente sanguíneo.
En un entorno hospitalario, la coordinación entre diferentes profesionales de la salud es vital para proporcionar una atención integral. Los médicos/as, especialistas, dietistas-nutricionistas, enfermeros/as y terapeutas del habla y lenguaje, y otros profesionales deben trabajar juntos para evaluar y tratar a los pacientes con enfermedades esofágicas.
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Es importante planificar cuidadosamente el alta hospitalaria de pacientes con enfermedades esofágicas, asegurando que continúen recibiendo el apoyo nutricional adecuado en su domicilio. Además de proporcionar educación detallada a los pacientes y sus familias sobre la gestión de su condición, incluyendo instrucciones dietéticas y el uso de equipos de alimentación si es necesario.
Por último, establecer un plan de seguimiento regular para monitorear el progreso del paciente, ajustar las intervenciones nutricionales y tratar cualquier complicación que pueda surgir.
Vemos como el esófago desempeña un papel importante en la alimentación y nutrición adecuada de la población, sobre todo en aquellos colectivos de edad avanzada donde los problemas funcionales comienzan a ser prioritario para prevenir desnutrición. La comprensión de su anatomía y fisiología, así como de las principales patologías que pueden afectarlo, debe ser de conocimiento no solamente en el entorno clínico, sino también para el personal de atención sociosanitaria, muy demandado hoy en día tanto en instituciones como en el domicilio.
La coordinación interdisciplinaria y el seguimiento continuo son componentes clave en el manejo de estos pacientes, asegurando una calidad de vida óptima y una recuperación eficiente.
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Castell, D. O., & Richter, J. E. (2020). The esophagus (6th ed.). Wiley-Blackwell.
Sleisenger, M. H., Feldman, M., Friedman, L. S., Brandt, L. J., & Rubin, E. (2015). Sleisenger and Fordtran's Gastrointestinal and Liver Disease: Pathophysiology, Diagnosis, Management (10th ed.). Elsevier.
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