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Con respecto a qué es la tasa de empleo, consiste en un indicador clave del mercado laboral que resume cuántas personas trabajan en relación con la población en edad de trabajar. En este sentido, se debe pensar en un porcentaje que compara personas ocupadas con población total en edad laboral.
En España, la población en edad de trabajar se considera desde los 16 años, mientras que, ocupados, son quienes han trabajado al menos una hora en la semana de referencia o están temporalmente ausentes de un empleo con vínculo vigente.
Así pues, el Instituto Nacional de Estadística (INE) la define como el cociente entre ocupados y población de 16 y más años, siguiendo estándares internacionales.
Para calcular la tasa de empleo es preciso definir los siguientes términos:
Ocupados: son las personas de 16 o más años que trabajaron al menos una hora por salario o beneficio, o que estaban temporalmente ausentes con vínculo laboral.
Población en edad de trabajar en España: son todas las personas que tienen 16 años o más.
Al respecto de qué es la tasa de empleo y cómo se calcula, la fórmula es directa:
Tasa de empleo (%) = (Número de ocupados / Población de 16 + años) × 100
El INE obtiene estas magnitudes a partir de la Encuesta de Población Activa (EPA), que es una encuesta continua y de base trimestral que mide ocupación, paro, actividad e inactividad.
Para metodología detallada, es decir, universo, trabajo de campo y definiciones, es recomendable consultar la Metodología de la EPA.
Esta tasa condensa señales sobre crecimiento, productividad y cohesión social. Un aumento sostenido suele asociarse con mayor demanda interna, recaudación tributaria y reducción del riesgo de exclusión.
Por eso, al analizar qué es la tasa de empleo no solamente se mira la cifra agregada, sino el modo de cómo evoluciona por sexo, edad, nivel educativo o territorio, debido a que ahí aparecen las brechas estructurales que orientan las políticas públicas.
El INE publica estos desgloses de forma regular con la EPA.
En la práctica española, tasa de empleo y tasa de ocupación son términos que se usan como sinónimos en el marco de la EPA con el porcentaje de ocupados sobre la población en edad de trabajar.
Así pues, en el glosario del INE figura “tasa de empleo” y también “tasa global de empleo”, definida como ocupados sobre población total, mientras que, en notas metodológicas y comunicados, es posible observar “tasa de ocupación” con la misma estructura, es decir, ocupados y población mayor de 16 años
Es decir, no hay una diferencia metodológica sustantiva, sino que, el matiz suele estar en la denominación o en el tramo etario usado en comparaciones internacionales, como, por ejemplo, 20–64 en la Unión Europea (UE).
No existe un umbral único y válido para todos los países, sino que, depende de la estructura demográfica, el ciclo económico y de la participación laboral de mujeres y jóvenes.
Como referencia, la Unión Europea fijó un objetivo para 2030: al menos el 78% de empleo en la población de 20 a 64 años dentro del Plan de Acción del Pilar Europeo de Derechos Sociales.
Ese valor orienta a los Estados en materia de empleo, formación y disminución de la pobreza.
Los factores que influyen en la tasa de empleo son las siguientes:
La formación eleva la empleabilidad y facilita transiciones ocupacionales. Las tasas de empleo tienden a ser más altas en personas con educación media y superior, en vista de que combinan habilidades técnicas y transversales, tales como comunicación y resolución de problemas que las buscan empresas.
Así pues, programas de recualificación (reskilling) y actualización (upskilling) ayudan a sostener el empleo ante cambios tecnológicos.
La tecnología destruye y crea ocupaciones, automatizando tareas repetitivas, pero abriendo nichos en análisis de datos, ciberseguridad, mantenimiento de sistemas o atención remota.
El impacto neto sobre la tasa de empleo depende de la velocidad de adopción tecnológica, del tamaño del tejido productivo y de la capacidad de formar talento a tiempo.
En recesión, las empresas priorizan liquidez y reducción de costes, pudiendo observarse que caen las contrataciones, sube la inactividad por desaliento y se deteriora la duración media del empleo.
Asimismo, la recuperación de la tasa suele rezagarse respecto del PIB, en vista de que muchas compañías esperan confirmaciones de demanda antes de ampliar plantilla.
La regulación del contrato, la negociación colectiva, los incentivos a la contratación y los costes no salariales influyen en las decisiones de empleo.
Al respecto, las políticas fiscales anticíclicas pueden amortiguar caídas, mientras que, las reformas de mercado de trabajo suelen buscar más estabilidad contractual y menor temporalidad sin frenar la creación de empleo.
En España, el INE mide la tasa de empleo a través de la EPA, encuesta probabilística de hogares que recoge trimestralmente ocupados, parados, activos e inactivos.
De tal forma, la EPA armoniza sus conceptos con la OIT y la Unión Europea, lo que permite comparaciones internacionales coherentes.
Para conocer alcances, diseño muestral y definiciones operativas, consulta la Metodología de la EPA.
En cuanto a qué es la tasa de empleo, es importante destacar que esta no refleja toda la realidad laboral, ya que, esta mide presencia en el empleo, no su intensidad ni calidad.
No distingue entre jornadas parciales e intensivas, ni capta el subempleo por horas o competencias. Tampoco recoge a la economía sumergida ni a quienes han dejado de buscar trabajo, aunque quisieran trabajar, es decir, personas desanimadas, que pasan a la inactividad y no figuran en el denominador de la tasa de empleo.
Por este motivo, se complementa con otros indicadores, tales como la tasa de actividad, tasa de paro, horas efectivas trabajadas, salarios reales, productividad por ocupado y calidad del empleo.
Con respecto a la tasa de empleo y futuro del trabajo, se deben tener en cuenta los siguientes aspectos:
La digitalización transforma ocupaciones en todos los sectores, desde la industria hasta los servicios públicos.
A corto plazo, la reasignación de tareas puede desplazar a trabajadores de perfiles administrativos y operativos; a medio plazo, la adopción de tecnologías habilitadoras, tales como la nube, IA o robótica colaborativa, entre otras, genera nuevos puestos en mantenimiento, ingeniería de datos, producto digital o atención omnicanal.
En este sentido, la clave es acelerar la formación para que la oferta de habilidades alcance a la demanda.
El trabajo por proyectos, el autoempleo digital y las plataformas amplían opciones, pero también plantean retos de cobertura en protección social y representación.
Estos formatos pueden elevar o reducir la tasa de empleo según su formalidad, la continuidad de ingresos y el marco regulatorio. Medirlos bien en encuestas como la EPA es fundamental para no infravalorar el empleo real.
El envejecimiento poblacional presiona la tasa de empleo si no se prolongan carreras laborales con condiciones adecuadas. A la vez, la transición verde y digital ofrece oportunidades de empleo en energías renovables, movilidad sostenible y rehabilitación energética.
De tal modo, políticas de conciliación, formación continua y atracción de talento internacional inciden directamente en la tasa de empleo de la próxima década.
Entender qué es la tasa de empleo te permite poner en contexto otras cifras del mercado laboral y evaluar si las políticas van en la dirección correcta.
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