Índice
Los saurópodos han sido los vertebrados terrestres más grandes y pesados que han poblado el planeta tierra. En concreto, el Patagotitan mayorum fue el más grande de su grupo, con un peso estimado de 70 toneladas y tan grande como tres autobuses escolares juntos. No obstante, el protagonista de nuestro artículo es otro peso pesado de los titanes, el Nigersaurus taqueti y no está aquí por su tamaño, sino por otra característica anatómica peculiar que le acompañaba: sus 500 dientes.
En verdad no era tan grande como otros miembros de su grupo, puesto que alcanzaba una longitud de unos 9 metros aproximadamente (que de cualquier modo sigue siendo bastante para un invertebrado terrestre) y se estima que pesaría en torno a unas 4 toneladas.
Como ocurría con el resto de saurópodos, sus huesos estaban llenos de cavidades dentro de las que se extendían los sacos aéreos procedentes del aparato respiratorio, una característica que además conecta a este grupo con las aves modernas (no olvidemos que estas, desde un punto de vista filogenético, pueden considerarse dinosaurios). A diferencia de otros saurópodos, su cuello era mucho más corto, pues presentaba únicamente 13 vértebras. Su cráneo, bastante delgado y ligero, le permitía moverse de forma bastante ágil.
Con respecto a sus dientes, presentan una disposición en hilera, una adaptación a una forma de alimentación herbívora que le permitía desgarrar la vegetación. De esta forma, era capaz de consumir y arrancar la vegetación que se encontraba a ras del suelo.
Como viene comentado en el título de este artículo, esta hilera cuenta con cientos de dientes, rozando en algunos ejemplares los 500 dientes en total. Estos dientes estaban sometidos y preparados para sufrir un desgaste casi continuo. De hecho, le ocurría algo similar que a muchas especies de tiburones ¡Era capaz de reponer los dientes desgastados! La tasa de renovación de estos era de aproximadamente 14 días.
Con base en la estructura ósea de su cráneo y su dentición, los científicos pudieron dilucidar que se alimentaba fundamentalmente de brotes tiernos a ras del suelo y de ramas bajas. De hecho, conectando con lo comentado anteriormente, su cuello inusualmente corto en comparación con otros miembros de este grupo es también una pista bastante relevante de este tipo de alimentación. Por otra parte, la forma de su hocico parece indicar que era capaz de arrancar partes de los vegetales de superficies planas.
Del mismo modo, se presupone que el desgaste de la dentición podría deberse entre otras cuestiones a que la vegetación de la que se alimentaban estos pequeños gigantes era bastante abrasiva.
Como ya se comentó antes, otra característica peculiar de este dinosaurio era la construcción de su cráneo. Gracias a estudios tomográficos y reconstrucciones digitales, los paleontólogos descubrieron que el Nigersaurus tenía uno de los cráneos más ligeros conocidos entre los dinosaurios saurópodos. Las paredes óseas eran tan finas que, en algunos puntos, se comparan en grosor con una hoja de papel.
Este diseño liviano no solo favorecía la reducción de peso en su estructura corporal, sino que también estaba optimizado para sostener un hocico ancho, ideal para pastar de forma continua durante largos periodos. A pesar de su aparente fragilidad, esta arquitectura ósea cumplía perfectamente su función.
La historia del Nigersaurus taqueti también llama la atención por el proceso de su descubrimiento y posterior reconstrucción. Aunque fue identificado por primera vez en los años 70, no fue hasta el inicio del siglo XXI que se encontraron fósiles más completos que permitieron conocerlo en mayor profundidad. Estos descubrimientos se realizaron principalmente en el desierto del Sáhara, en Níger, y gracias a los trabajos del paleontólogo Paul Sereno y su equipo, se logró reconstruir digitalmente su cráneo con gran precisión.
El hábitat en el que vivió este dinosaurio hace más de 100 millones de años era completamente distinto al actual. En lugar de un desierto seco, el área que hoy es Níger estaba cubierta por una gran llanura con vegetación exuberante, humedales y ríos. Este entorno favorecía la existencia de plantas blandas como helechos, colas de caballo y cicadáceas, que formaban parte de su dieta principal.
Se cree que el Nigersaurus vivía en manadas, algo común entre muchos herbívoros del Mesozoico. Esta estrategia no solo ayudaba a protegerse de depredadores, sino que también permitía un pastoreo constante y organizado de la vegetación disponible.
A día de hoy, el Nigersaurus sigue siendo una especie relativamente desconocida fuera del ámbito científico. No protagoniza películas ni aparece con frecuencia en libros infantiles, pero es una de las criaturas más singulares que nos ha dejado el registro fósil. Estudiarlo no solo nos ayuda a entender mejor cómo vivían los saurópodos, sino que también nos recuerda que aún hay mucho por descubrir en la historia natural de nuestro planeta.
Si te ha gustado este contenido, no te pierdas nuestro Curso especialista en paleontología. ¡Te esperamos!
Quizá te interesa leer sobre...
Sereno, P. C., Wilson, J. A., Witmer, L. M., Whitlock, J. A., Maga, A., Ide, O., & Rowe, T. A. (2007). Structural extremes in a Cretaceous dinosaur. PloS one, 2(11), e1230.
¡Muchas gracias!
Hemos recibido correctamente tus datos. En breve nos pondremos en contacto contigo.