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El canon de belleza no se ha mantenido en el tiempo, sino que ha ido cambiando y adaptándose a las características y circunstancias de la sociedad del momento. Veamos en qué consiste y cómo nos afecta. Pero... ¿Qué son los cánones de belleza? ¿Cómo y por qué nos afectan? ¿Cuáles son las diferencias entre los cánones de belleza masculinos y los cánones de belleza femeninos? ¡Tenemos las claves en este post!
El concepto canon de belleza se refiere a los estándares o modelos estéticos que determinan qué características físicas se consideran atractivas o deseables en una cultura o sociedad en particular. Este concepto tiene profundas raíces históricas y sus criterios han ido variando a lo largo del tiempo en función de factores culturales, sociales y económicos.
Los cánones de belleza han afectado de manera distinta a hombres y mujeres, con una clara diferencia en los atributos físicos que se destacan en cada uno de ellos.
El canon de belleza masculino tradicional ha enfatizado la fortaleza, la altura y la musculatura. En culturas antiguas, como la griega, los hombres eran representados como figuras musculosas y atléticas, lo que reflejaba ideales de fuerza y poder. En el Renacimiento, este ideal se suavizó un poco, y aunque los hombres seguían representados de manera atlética, se valoraba también la nobleza y la elegancia. Hoy en día, la industria del fitness y la moda promueven una figura masculina tonificada, de hombros anchos y abdomen marcado.
Por otro lado, el canon de belleza femenino ha tendido a idealizar características que representan fragilidad o delicadeza, aunque este ideal también ha evolucionado y variado. En culturas antiguas, como la egipcia, se valoraba la esbeltez, al simbolizar gracia y estatus. En el Renacimiento, se dio mayor importancia a una figura voluptuosa, con caderas anchas y senos grandes, ideal que se asoció con la fertilidad. En el siglo XX, la moda cambió a un ideal más delgado y esbelto, destacando una figura femenina que incluso roza el límite de lo saludable.
Los cánones de belleza tienen un impacto significativo en la sociedad y en la percepción individual de uno mismo. Los estándares estéticos impuestos por la cultura influyen directamente en la autoestima y la autopercepción, especialmente en los más jóvenes, quienes suelen sentirse más vulnerables a la presión social.
A nivel psicológico, el esfuerzo por alcanzar estos ideales puede llevar a problemas de salud mental, como ansiedad, baja autoestima, dismorfia corporal y trastornos alimenticios, como la anorexia y la bulimia, los cuales son cada vez más frecuentes entre adolescentes y jóvenes adultos.
Además de los efectos individuales, los cánones de belleza también tienen consecuencias sociales. Aquellas personas que no cumplen con los estándares estéticos predominantes suelen enfrentarse a discriminación y rechazo, lo que genera un sentimiento de exclusión y estigmatización. Esta realidad se ve agravada en el caso de las mujeres, quienes a menudo son juzgadas en mayor medida por su apariencia física. En el ámbito laboral, por ejemplo, algunos estudios han demostrado que la apariencia física puede influir en las oportunidades de empleo, lo que pone de manifiesto cómo el aspecto físico sigue siendo un factor importante en la evaluación de las personas.
Con la aparición de las redes sociales y aplicaciones de edición de imágenes, la presión sobre los cánones de belleza se ha intensificado. Cada vez es más fácil modificar fotos para ajustarse a los estándares estéticos que se ven en las distintas plataformas digitales. Esto crea una especie de "realidad distorsionada", donde las personas pueden percibir que los demás sí cumplen con esos ideales, aumentando su frustración e inseguridad.
En contraposición, esta muestra de perfección ha permitido a muchas personas expresarse con autenticidad y apoyar la diversidad corporal, lo que indica que las redes sociales pueden ser una herramienta de doble filo en cuanto a su impacto en la percepción de la belleza.
En respuesta a esta discriminación y estigmatización hacia los cuerpos no normativos surgió el movimiento body positive. Tiene raíces en movimientos feministas de los años 60 y 70, pero en las últimas décadas está adquiriendo una mayor visibilidad gracias a las redes sociales.
Este movimiento promueve la aceptación y valoración de los cuerpos en todas sus formas, tamaños, colores y capacidades, desafiando los cánones de belleza impuestos por la sociedad, que suelen ser restrictivos, excluyentes y poco representativos de la diversidad corporal real. Esto implica no solo aceptar las características físicas, sino también desafiar las narrativas que perpetúan la insatisfacción corporal.
El body positive ha sido clave para desafiar los cánones de belleza tradicionales, dando visibilidad a personas con cuerpos diversos, lo que se ha reflejado en la industria de la moda y la publicidad, donde cada vez más marcas incorporan modelos no normativos.
En definitiva, los cánones de belleza actúan como factor excluyente, por lo que cuestionarlos y reconocer su valor artificial nos permite poner en valor las diferencias y avanzar hacia una sociedad más inclusiva y diversa. La verdadera belleza debe radicar en la autenticidad, la salud, la diversidad y el respeto por uno mismo, no en cumplir con un molde idealizado.
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