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El constructivismo en educación se basa en la idea de que el aprendizaje es un proceso activo donde el alumnado construye su conocimiento a partir de experiencias previas y la interacción con el entorno.
Este enfoque está fundamentado en las teorías de Piaget, Vygotsky, Bruner y Ausubel, quienes aportaron perspectivas complementarias.
El aprendizaje ocurre a través de la interacción activa del estudiante con su entorno. Piaget propuso que los niños atraviesan etapas de desarrollo cognitivo:
Estos estadios determinan cómo procesan y comprenden el conocimiento. Introdujo los conceptos de asimilación (integrar nueva información en esquemas existentes) y acomodación (ajustar esquemas para incorporar nueva información), esenciales en la construcción del aprendizaje.
Vygotsky destacó el papel central de la interacción social en el aprendizaje. Su concepto de la Zona de Desarrollo Próximo (ZDP) explica cómo el alumnado puede realizar tareas con ayuda de un tutor o compañero más capaz hasta lograr autonomía. Además, el andamiaje educativo, derivado de su teoría, subraya la importancia del apoyo temporal proporcionado por el docente.
Bruner enfatizó que el aprendizaje ocurre cuando los alumnos construyen activamente el conocimiento a través de la exploración y el descubrimiento. Propuso que el aprendizaje debería progresar mediante tres formas de representación:
El concepto de andamiaje, donde el maestro guía al alumno y retira gradualmente el apoyo, también es fundamental en su propuesta.
Para Ausubel, el aprendizaje significativo ocurre cuando los nuevos conocimientos se conectan con estructuras cognitivas previas. Este enfoque promueve la comprensión profunda frente al aprendizaje memorístico. Según él, el conocimiento previo del estudiante es el factor más importante para el aprendizaje.
Para implementar el constructivismo en el aula, es clave diseñar experiencias de aprendizaje activas que promuevan la exploración, la colaboración y la construcción de conocimiento. Algunas estrategias son:
El constructivismo sitúa al alumnado en el centro del proceso de aprendizaje, favoreciendo no solo la comprensión sino también el desarrollo de habilidades clave como la autonomía, la resolución de problemas y la capacidad de trabajar en equipo. Aunque requiere un cambio de enfoque en la enseñanza, sus beneficios para el desarrollo integral del alumnado son invaluables.
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