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En la práctica clínica diaria y en la vida cotidiana de millones de personas en México, los 12 pares craneales del Sistema nervioso son el puente entre el cerebro y muchas de las funciones que dan sentido a la existencia, tales como percibir olores, ver el mundo, saborear un chile en nogada o simplemente sonreír a un ser querido.
Estos nervios, descritos con detalle en documentos como la Norma Oficial Mexicana NOM-004-SSA3-2012 sobre expediente clínico y estudiados en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía “Manuel Velasco Suárez”, son valorados por neurólogos, otorrinolaringólogos y oftalmólogos para establecer diagnósticos precisos que mejoren la calidad de vida de la población.
Entender el papel de la anatomía de los 12 pares craneales es relevante para los profesionales de la salud, al igual que para la comunidad en general, en vista de que una detección temprana de alteraciones puede marcar la diferencia entre la autonomía y la dependencia.
Así pues, los 12 pares craneales pertenecen al sistema nervioso y cada par surge del tronco encefálico o del telencéfalo, cumpliendo una tarea específica.
Conocerlas ayuda a detectar signos tempranos de enfermedad y, en entornos locales, a orientar al paciente hacia unidades médicas de alta especialidad, tales como los hospitales de tercer nivel del IMSS o de la Secretaría de Salud.
En los programas de Servicio Social en Neurociencias se incluye su exploración detallada como criterio de tamizaje.
El nervio olfatorio (NC I) transporta información química desde la mucosa nasal hasta el bulbo olfatorio, permitiendo reconocer aromas. En pruebas de campo realizadas en consultorios de atención primaria, se utilizan esencias familiares para la población mexicana, tales como café o cacao.
El nervio óptico (NC II) conduce impulsos visuales desde la retina hacia el quiasma óptico y la corteza occipital.
Su integridad se valora con campimetría y fondo de ojo, esenciales para detectar glaucoma, una de las principales causas de ceguera en México, según la Organización Panamericana de la Salud.
En la lista de los nervios craneales, este inerva la mayoría de los músculos extraoculares, el esfínter pupilar y el elevador del párpado.
Así pues, una lesión del nervio oculomotor (NC III) puede producir ptosis y diplopía, de modo que, su valoración rápida es prioritaria en salas de urgencia.
Con respecto a los 12 pares craneales y su función, el músculo oblicuo superior, imprescindible para el descenso y la rotación interna del globo ocular.
Una parálisis suele provocar dificultad para bajar escaleras, lo cual constituye un síntoma clásico descrito en la literatura neurooftalmológica.
Entre los 12 pares craneales del cerebro, este aporta sensibilidad facial y motricidad a los músculos masticadores. Las neuralgias idiopáticas del trigémino son causa frecuente de consulta en los servicios de dolor crónico de los Institutos Nacionales de Salud.
El nervio abducens (NC VI) controla el músculo recto lateral, habilitando la abducción ocular. Su paresia genera estrabismo convergente; en pacientes diabéticos se asocia a microangiopatía.
En la clasificación de los 12 pares craneales, este es el responsable de la mímica facial, el gusto en los 2 tercios anteriores de la lengua y parte de la secreción lagrimal y salival.
El síndrome de Bell, con alta incidencia reportada por el INDRE, suele ser autolimitado.
El nervio vestibulococlear (NC VIII) integra 2 componentes: vestibular (equilibrio) y coclear (audición). Las audiometrías escolares, implementadas por el DIF en varios estados, permiten la detección temprana de hipoacusia.
En lo que concierne a cuáles son los 12 pares craneales, este en particular se relaciona con la deglución y la percepción del sabor amargo en el tercio posterior de la lengua.
Así pues, la disfunción del nervio glosofaríngeo (NC IX) puede desencadenar disfagia y aspiración, riesgos que aumentan la estancia hospitalaria.
El nervio vago (NC X) más extenso, regula funciones viscerales, fonación y reflejo nauseoso. Estudios del INER han demostrado su implicación en la modulación inflamatoria de vías respiratorias.
El nervio accesorio (NC XI) es un motor del esternocleidomastoideo y trapecio, dado que, permite girar la cabeza y elevar los hombros, mientras que, las lesiones iatrogénicas pueden ocurrir en vaciamientos ganglionares cervicales.
El nervio hipogloso (NC XII) moviliza la lengua para el habla y la masticación. Su exploración incluye protruir la lengua y observar desviaciones, siendo vital en valoraciones post-ACV.
Los factores que comprometen los 12 pares craneales son variados y, en México, su frecuencia está condicionada por accidentes de tránsito, enfermedades metabólicas, prevalencia de infecciones endémicas y desigual acceso a atención especializada.
Al respecto, reconocer el mecanismo facilita la referencia oportuna a unidades neuroquirúrgicas y promueve intervenciones de salud pública.
Impactos frontales o basales pueden seccionar fibras, siendo especialmente vulnerable en fracturas de lámina cribosa el olfatorio.
Isquemias en tronco encefálico afectan núcleos de origen; la hipertensión no controlada, que está presente en 31.5 % de adultos mexicanos, según ENSANUT, es el principal factor.
Neurinomas, meningiomas o metástasis comprimen trayectos nerviosos. La neuroimagen de alta resolución disponible en centros como el Hospital Juárez de México es determinante.
Meningitis tuberculosa o neurocisticercosis dañan vainas y núcleos; la segunda es endémica en zonas rurales con saneamiento deficiente.
La diabetes mellitus, con 12.4 % de prevalencia según INEGI, ocasiona microvasculopatía que afecta especialmente los nervios III, IV y VI.
El síndrome de Guillain-Barré puede comprometer pares bajos, generando disartria y disfagia; su vigilancia epidemiológica está a cargo del Sistema de Redes de Infección.
La esclerosis múltiple produce placas en tronco, visibles en resonancia magnética con gadolinio, provocando neuritis óptica recidivante.
Aneurismas de la arteria comunicante posterior presionan el III par; hemorragias epidurales pueden desplazar el tronco hacia el borde tentorial.
El plomo, aún presente en algunas cerámicas artesanales, y solventes usados en la industria automotriz del Bajío dañan la mielina.
La intubación prolongada puede irritar el nervio vago, mientras que, bloques anestésicos inapropiados lesionan el facial durante cirugías otológicas.
El síndrome de Moebius cursa con parálisis facial y abducens; los casos se registran en el RENAC del Instituto Nacional de Salud Pública.
La pérdida axonal progresiva disminuye reflejos y agudeza sensorial, de forma que, la detección temprana mediante chequeos anuales en Clínicas del Bienestar es esencial.
Mantener sanos los 12 pares craneales implica un enfoque preventivo que combine hábitos saludables, es decir, control estricto de glucosa, presión arterial y uso de casco en motocicletas con acceso oportuno a servicios de alta especialidad distribuidos a lo largo del país.
De esta forma, iniciativas como el Programa de Tamiz Neuro-Oftálmico del Centro Médico Nacional “La Raza” demuestran que la intervención temprana reduce discapacidades y costos al Sistema de Salud, mientras que, la Guía de Práctica Clínica de la Secretaría de Salud aconseja evaluar la función sensorial y motora de cabeza y cuello a partir de los 60 años, integrando pruebas de olfato, vista y audición en los chequeos de rutina.
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