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La seguridad anestésica en lactantes y niños constituye un problema de primer orden que se ha de abordar debido a una mayor incidencia de morbilidad y mortalidad en situaciones quirúrgicas en este grupo poblacional que en los adultos, sobre todo en países con bajos y medianos ingresos.
Además, ha de tenerse en cuenta que en procedimientos en los que inicialmente no estaría indicada la anestesia, los niños son sujetos susceptibles de necesitarla para poder mantenerlos quietos y permitir a los profesionales de la salud realizar las diferentes pruebas médicas.
Así mismo, en el caso de los lactantes, hay consideraciones adicionales respecto a su fisiología de especial relevancia, ya que el sistema nervioso central es inmaduro, no alcanzando su desarrollo máximo hasta los cuatro años.
En el periodo perioperatorio se va a contar con numerosos fármacos para conseguir esa acción anestésica. No solo se emplearán medicamentos que induzcan la sedación, sino también diuréticos, antieméticos o fármacos vasoactivos, entre otros.
Cuando es indispensable que el paciente esté inconsciente y no pueda moverse, se hace uso de la anestesia general o sedación. Para ello se utilizan los hipnóticos, los analgésicos opioides y los relajantes musculares. Sin embargo, para conseguir la insensibilidad en una región, se emplearán los anestésicos locales, aunque estos también pueden ir acompañados de una sedación profunda o incluso, si la situación lo requiere, puede inducirse una anestesia general, debido a la especial inquietud que puede presentar el paciente pediátrico.
Entre los fármacos empleados como hipnóticos se encuentran el Midazolam que puede administrarse tanto por vía oral como intranasal, el Propofol en bolos o perfusión continua, o la Ketamina, cuya recomendación es emplearla junto al midazolam en pacientes más mayores para evitar el riesgo de sufrir alucinaciones.
Como agentes opioides, encontramos el fentanilo o el remifentanilo, que además de inducir la sedación son especialmente importantes para combatir el dolor postoperatorio.
Así mimo se usan relajantes neuromusculares para procedimientos como el de intubación. Es el caso del Rocuronio, que ha desplazado prácticamente en la totalidad de las situaciones a la Succinilcolina.
Por otra parte, para mantener la sedación durante la anestesia general se utilizan agentes anestésicos inhalados tales como el Sevoflurano o el Óxido nitroso. El Sevoflurano es el fármaco más empleado en pediatría, ya que es el menos irritante para la vía aérea. Con respecto al Óxido Nitroso, este supone una opción segura como analgésico, sedante y anestésico.
Además, cabe mencionar la anestesia regional, puesto que en ocasiones se realizan bloqueos periféricos con el objetivo de rebajar el uso de agentes anestésicos intravenosos. Es el caso de la anestesia epidural, lo que resulta particularmente beneficioso porque disminuye la estancia hospitalaria y favorece una adecuada analgesia tras la cirugía.
Independientemente del uso de medicamentos durante todo el proceso, también es primordial mantener las necesidades de líquidos y electrolitos de los pacientes. Además, el aporte calórico debe estar garantizado si van a existir periodos de ayuno prolongados. Para ello, se recurre a la fluidoterapia, que repone las pérdidas de los componentes mencionados.
Parte esencial y complementaria de la cirugía es el aspecto de la monitorización, que ayuda al equipo médico a conocer las constantes vitales del paciente y, por tanto, solucionar cualquier imprevisto que se presente. La monitorización en cirugía pediátrica es especialmente crítica debido a las diferencias en la fisiología y las necesidades de los niños en comparación con los adultos.
En función de la intervención quirúrgica, la monitorización será más o menos extensa. Generalmente, los parámetros básicos que se monitorizan son el ritmo cardíaco, la presión arterial, la saturación de oxígeno y frecuencia respiratoria. También la temperatura es una medida importante, puesto que los niños son especialmente sensibles a los cambios de temperatura.
Todos estos conocimientos teóricos no son suficientes por sí mismos si no facilitamos a la población infantil la mejor experiencia que garantice su seguridad y comodidad.
Para ello se ha de tener en cuenta la necesidad de generar un ambiente agradable para los niños, de modo que no les resulte intimidante y favoreciendo a su vez una comunicación efectiva, que facilite su atención y resuelva tanto las preocupaciones de los menores como las de sus padres. Además, cada niño es único, por lo que es fundamental adaptar en la medida de lo posible el proceso perioperatorio a sus necesidades particulares, proporcionándole apoyo emocional.
Una de las principales inquietudes del paciente pediátrico radica en el dolor. Es frecuente la pregunta: “¿Me va a doler mucho?”. Por ello, no basta el empleo de una medicación con una posología adecuada en función de su peso y edad, sino que además se ha de contar con técnicas de distracción y reducción de la ansiedad.
Ni que decir de la obligación imperiosa de utilizar procedimientos médicos que resulten lo menos invasivos posible, aunque este es un punto que puede aplicarse a cualquier paciente, independientemente de su edad.
De especial envergadura también es la prevención de las infecciones en el procedimiento quirúrgico para garantizar la seguridad de los pacientes y evitar complicaciones posteriores.
Estas son solo pinceladas de todo lo que se puede aprender sobre Anestesia en Seguridad Pediátrica.
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