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Todos le tememos miedo a algo. Puede ser a las arañas, a las alturas o, incluso, a los payasos. Aunque se trata de miedos injustificados que pueden rozar la obsesión, de ahí que se denominen fobias, hay métodos efectivos para superarlos. Uno de ellos es el acercamiento progresivo a aquello que se teme. Siempre en compañia y guía de un especialista, se pueden superar los miedos que se creían eternos. Lo mismo ocurre con el miedo al agua, el cual se puede perder ingresando al mundo acuático a través de sesiones de adaptación y entrenamiento. En lo que sigue, te contamos cómo lograrlo. ¿Quieres saber más?
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Como ocurre con otros miedos, el temor al agua es una respuesta emocional intensa que impide a las personas que lo experimentan ingresar a espacios en los que este elemento se encuentra en cantidades abundantes, como las piscinas o el mar. Se le conoce como hidrofobia. Pero ¿a qué se debe este miedo que, incluso, puede llegar a ser inhabilitante?
Las causas son variadas y dependen de cada persona; sin embargo, en ocasiones, pueden estar relacionadas. De hecho, una de las principales razones que explican este miedo se encuentra en alguna experiencia traumática relacionada con el agua durante la infancia como los episodios de ahogamiento o atestiguar situaciones similares. Otra razón es la exposición limitada al agua durante la niñez, lo que se establece como la base para el miedo o la inseguridad ante ella.
Esta fobia, al estar circunscrita a los espacios antes mencionados, puede resultar en la pérdida de experiencias enriquecedoras como la práctica de deportes acuáticos (por ejemplo, la natación) en espacios específicamente habilitados para este efecto, como las playas. Sea cual fuere el caso, es posible tomar medidas para superar paulatinamente este miedo. Entre ellas, se encuentra asistir a psicoterapia centrada en fobias y, por otro lado, iniciar una rutina siguiendo los puntos señalados en el encabezado siguiente.
Para vencer el miedo al agua, los ejercicios de adaptación son el primer paso. Iniciar con actividades básicas, como mojar las manos y la cara, o permanecer cerca del borde la piscina, facilita una inducción gradual al entorno acuático. Al tratarse de un proceso paulatino, se debe incrementar la interacción poco a poco hasta tener el cuerpo completamente sumergido. Estos pasos ayudan a la desensibilización del miedo y, por lo tanto, a crear familiaridad con el agua.
Tras los ejercicios de adaptación, que pueden tomar muchas sesiones, es necesario aprender y practicar ejercicios de seguridad para afianzar la confianza. Las dinámicas más básicas en este proceso incluyen flotar, mantener la respiración mientras se está bajo el agua, moverse de manera segura a lo largo de los bordes de la piscina y utilizar flotadores de diversos tamaños hasta adquirir autonomía. Asimismo, se trabaja en cómo mantenerse a flote, ya sea en posición vertical o de espaldas. Conforme se avanza en esto, se incluyen ejercicios más complejos como hacer nados cortos.
Aunque parezca una evidencia, para perder el miedo al agua, se debe empezar en las zonas menos profundas de las piscinas o en las orillas del mar. Esto es fundamental para acostumbrarse al espacio acuático, ya que, al pisar el fondo con facilidad, se experimenta mayor sensación de control y, por supuesto, seguridad. Con el agua alrededor del cuerpo, la persona se acostumbra a la sensación y nota poco a poco que no hay mayor peligro si hay confianza en uno mismo.
La presencia de una persona de confianza o un instructor durante las sesiones de adaptación y seguridad puede ser de gran ayuda. La razón es sencilla: aunque esta persona no sea nadadora experta, aporta sensación de seguridad, apoyo emocional o aliento para mejorar en el agua. Además, un compañero, si tiene conocimientos de natación, puede aportar consejos prácticos para superar el miedo al nado.
El siguiente paso es, desde luego, apuntarse a clases de natación para aprender de instructores o profesores las mejores técnicas de nado para disfrutar de este deporte. Al ofrecer un entorno controlado y estructurado, son espacios ideales para culminar el proceso de familiarización con el agua y, en consecuencia, la superación del miedo. Tras esto, la natación puede incluirse en la vida cotidiana e, incluso, en ejercicios de matronatación.
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