Índice
Vivimos en un planeta en el que el cambio climático es un hecho notable en el día a día, ya sea por las temperaturas, la falta de lluvia o el aumento de los niveles del mar por el deshielo. Por consiguiente, las personas estamos cada vez más implicadas en movimientos para reducir residuos en nuestros hábitos diarios que aminoren la aceleración de esta problemática.
Así, en un mundo donde la conciencia ambiental es cada vez más urgente, el movimiento de residuo cero emerge como una poderosa respuesta a los desafíos de la contaminación y el agotamiento de recursos. En este blog, exploraremos qué es y cuáles son sus principios fundamentales, mientras nos embarcamos en un viaje hacia un futuro de sostenibilidad.
También llamado 'Zero Waste', el movimiento de residuo cero es una corriente internacional cuyas acciones están dirigidas hacia el consumo consciente y la reducción y reutilización de objetos y productos en nuestra vida diaria, con el propósito de prevenir su impacto adverso en el medio ambiente. Es decir, se trata de reducir residuos y vivir generando la mínima cantidad de basura posible.
Este movimiento brota a raíz de la popularización de la cultura del consumo de usar y tirar, donde aquello que nos sirve lo desechamos casi al instante. Este patrón de consumo tan común conlleva un gasto totalmente evitable y contribuye a la acumulación de residuos que no se degradan, agotando recursos valiosos e irrecuperables. Estos deshechos causan un peligroso deterioro ambiental que afecta gravemente tanto a la calidad de vida como a la salud de las personas, la flora y la fauna.
La fundadora de este movimiento ecológico fue la activista ambiental, escritora y conferencista francesa, Bea Johnson. Ella emigró a Estados Unidos como au pair con el objetivo de trabajar en el sector de la moda. Pero, tras vivir como una madre al más puro estilo estadounidense, Johnson adoptó el minimalismo como filosofía de vida tras la crisis económica de 2008. Así, posteriormente, se convirtió en impulsora del conocido Zero Waste, que ganó notoriedad a principios de la década de los 2000.
Para lograr una disminución en nuestra producción de residuos, generalmente se hace referencia a la regla de las 3R: reducir, reutilizar, reciclar. Sin embargo, esta corriente amplía el enfoque a través de cinco fundamentos clave: rechazar, reducir, reutilizar, reciclar y reintegrar. Por lo tanto, es esencial seguir los principios básicos de las 5R para promover una gestión de residuos y recursos más efectiva y sostenible.
En esta fase, se adopta un enfoque minimalista donde se prioriza el consumo de lo estrictamente necesario. Descartar lo superfluo es uno de los pasos fundamentales de este estilo de vida. Así, cada objeto que entra en una casa potencialmente se convierte en un residuo. Por eso, es necesario plantearse preguntas como: ¿Realmente necesito esto? ¿Puedo reemplazarlo con algo que ya poseo o fabricarlo yo mismo? ¿Puedo prescindir de ello? Estas reflexiones permiten identificar qué objetos o productos son esenciales y cuáles no son necesarios.
Este principio radica en el consumo de manera más responsable. Disminuir las necesidades es fundamental y adoptar esta mentalidad implica practicar un gasto consciente y sostenible, evitando las compras compulsivas y con anticipación, así como la adquisición de artículos innecesarios. Al reflexionar e integrar esta idea en la vida cotidiana, se contribuye significativamente a la protección del medio ambiente. Algunas sugerencias para reducir residuos:
El sistema incita a la gente a la renovación frecuente de objetos y es sabido que las empresas recurren a la "obsolescencia programada" para acortar la vida útil de sus productos y fomentar la compra repetida. En lugar de arreglar algo que se rompe o se avería, se opta por adquirir nuevos artículos, aunque sean exactamente los mismos. Por eso, en esta fase es crucial dirigir los esfuerzos hacia la eliminación de productos de un solo uso y reemplazarlos por alternativas reutilizables y conseguir así una economía circular.
Por ejemplo, algunas recomendaciones son: utilizar servilletas de algodón en vez de las de papel; usar una maquinilla de afeitar clásica en lugar de las desechables; emplear bolsas de tela para la compra en vez de plástico. Asimismo, se pueden aprovechar botes de cristal y reutilizar botellas de vidrio o acero, optar por consumir café en cafetera italiana en lugar de las de cápsulas o disponer de discos desmaquillantes de tela, entre otras muchas alternativas.
Si hemos completado los tres pasos anteriores con éxito, la cantidad de residuos destinado al reciclaje se verá ampliamente reducida. Pero, de lo que todavía se esté generando, se debe hacer un esfuerzo por reciclar la mayor cantidad posible. No obstante, es vital tener en cuenta que el reciclaje no constituye un resultado definitivo y que la verdadera solución reside en seguir los pasos previos para minimizar la producción de residuos. Si no se originan, no será necesario reciclarlos. Además, hay que tener en cuenta que tan solo se reciclan aproximadamente el 30% del total de la basura generada, lo que afecta gravemente a la huella ecológica.
Manipular los residuos orgánicos para convertirlos en materia prima es compostar. El compostaje o reintegro orgánico es el paso final del movimiento de residuo cero. Se puede realizar en casa para obtener abono para el huerto, o bien depositar la basura orgánica en el contenedor marrón, utilizando una bolsa específica de compostaje.
¿Estás interesado en el cambio climático y la gestión de residuos? ¡No te pierdas este blog en el que te contamos más sobre el estudio de la gestión de residuos!
Nuestra Formación
Nuestro porfolio se compone de cursos online, cursos homologados, baremables en oposiciones y formación superior de posgrado y máster.
Ver oferta formativa¡Muchas gracias!
Hemos recibido correctamente tus datos. En breve nos pondremos en contacto contigo.