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Gracias a la generación del 27, el siglo XX fue considerado la Edad de Plata de la literatura española. Un grupo de jóvenes amigos revolucionó la poesía, nuestra cultura y desafió los límites del arte. En una incansable búsqueda de la poesía en su estado más puro, estos prolíficos poetas dialogaron con las vanguardias y la tradición para crear una de las corrientes literarias más bellas de nuestro país. Recordemos en este post sus nombres, sus revoluciones y su espíritu beligerante.
Hablamos de ellos como generación, ya que todos formaban un grupo compacto y con un proyecto cultural compartido. Y no nos extraña, estaban unidos por muchos factores. Tenían más o menos la misma edad, descendían de familias adineradas, lo que les permitió cursar estudios universitarios, tenían una profunda vocación literaria y compartían una misma ideología liberal y cosmopolita.
Publicaban en las mismas revistas literarias, asistían a los mismos actos culturales y, sobre todo, cultivaron una profunda amistad que fue el verdadero hilo invisible que los sostuvo. Incluso ante la tragedia de la Guerra Civil, muchos de ellos mantuvieron una posición política clara a favor de la II República, cambiando irremediablemente sus trayectorias artísticas y personales.
El nombre generación del 27 surge a raíz del homenaje que rindieron a Luis de Góngora en 1927 en el tricentenario de su muerte. El acto que se celebró en el Ateneo de Sevilla significó mucho más que un mero evento académico, fue una declaración de intenciones en toda regla: crear una poesía nueva.
Los años que vieron nacer a los poetas del 27 fueron de vértigo. Europa acababa de salir de la Primera Guerra Mundial, se vivía la euforia de los “felices años 20” y a la vez, se fraguaban ya las tensiones que culminarían con la Segunda Guerra Mundial. En España, Alfonso XIII llegaba al final de su monarquía, se dio paso a la dictadura de Primo de Rivera y posteriormente se consolidó la II República que permitió una evolución cultural riquísima. Poco tiempo para cambios tan drásticos.
La mayoría de nuestros poetas estudió en la Residencia de Estudiantes de Madrid que se inspiraba en los ideales de la Institución Libre de Enseñanza. Allí coincidieron con científicos, músicos y artistas como Dalí, Buñuel o Severo Ochoa, pero también con personajes ilustres como Marie Curie o Albert Einstein. La “Resi” era un hervidero de intelectuales sin precedentes en España.
En estos tiempos convulsos, el arte adoptó una postura beligerante y rompedora. Surgieron los famosísimos “-ismos”: el futurismo, que exaltaba la velocidad y la tecnología de la modernidad; el cubismo y su ruptura de la forma; el dadaísmo, puro absurdo; y el surrealismo. La generación del 27 dialogó con todas estas corrientes vanguardistas a la vez que construía su propia voz.
Sin embargo, la historia no fue benevolente con ellos. La Guerra Civil española (1936 – 1939) lo cambió todo. Como decíamos, nuestros poetas eran liberales y colaboraban codo a codo con la II República. Este posicionamiento supuso el exilio o la muerte para muchos de ellos. Era inevitable el cambio que se produjo en su poética. De entender el arte como un juego elitista y puramente estético, pasaron a cultivar una voz mucho más humana, grave y comprometida con la situación social tan terrible vivida durante estos años.
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Quizás el mayor logro que conquistó la generación del 27 fue lograr un equilibrio perfecto entre lo nuevo y lo viejo. Podríamos decir que Góngora actuó como abuelo de esta generación, Juan Ramón Jiménez como padre y Ramón Gómez de la Serna como amigo.
Veamos cuáles fueron las etapas clave de su evolución:
Para los poetas puristas, lo fundamental era la belleza, el goce estético, la forma, no la expresión de las emociones, ni la experiencia de la vida. Era un juego estético que solo podían entender algunas elites muy cultas. Pero en algunos casos acabó convirtiéndose en una poesía fría y deshumanizada, casi irrespirable.
Segunda etapa (1931 – 1936): con la llegada de la II República, muchos poetas comenzaron a cultivar una poesía mucho más social. La poesía se vuelve más humana y menos hermética. Empiezan a hablar del pueblo, de la historia y de los conflictos políticos.
Tercera etapa (desde 1936): la Guerra Civil y el exilio traen consigo el dolor, la pérdida y el desarraigo. La poesía deja ya de ser algo solamente bello para convertirse en una forma de resistencia, de testimonio y de memoria.
Probablemente, el rasgo más distintivo de esta generación fue la obsesión por el lenguaje. Estudiaban cada palabra minuciosamente, cada ritmo y cada imagen. Querían dominar tan bien la lengua para que pudiese decir lo que nunca se había dicho. Como dijo Gerardo Diego: “No queremos reflejar la realidad, sino crear lo que nunca veremos”.
No es de extrañar que cegados por este afán creador, la metáfora se convierta en la mejor herramienta. Para los poetas del 27, la metáfora era una forma de acceder a una verdad mucho más profunda y escondida. La metáfora se convirtió en el núcleo de su arte.
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Aunque el grupo fue muy amplio, aquí mencionaremos solamente los ocho nombres que se consideran el núcleo de esta generación:
Federico García Lorca (1898 – 1936): el gran poeta de la generación y su representante más célebre. Su fusión de lo popular con lo trágico lo convirtió en una de las voces más únicas de la historia de la literatura universal.
Pedro Salinas (1891 – 1951): poeta del amor intelectualizado. Su estilo es transparente y delicado.
Luis Cernuda (1902 – 1963): el más romántico y melancólico. El exilio afectó profundamente a su producción poética.
Rafael Alberti (1902 – 1999): el más versátil. Viaja desde la poesía marinera a la política y del surrealismo al compromiso social.
Vicente Aleixandre (1898 – 1984): Premio Nobel en 1977. Su poesía es cercana al surrealismo y mantiene un tono existencial.
Jorge Guillén (1893 – 1984): gran defensor de la poesía pura. Su estilo es casi matemático.
Gerardo Diego (1896 – 1987): poeta clave en la difusión del grupo.
La generación del 27 ensanchó los límites posibles de la poesía y la convirtió en un espacio de libertad y resistencia ante las violencias del fascismo. El legado literario de este grupo de amigos sigue estando hoy más vigente que nunca.
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