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El registro fósil nos aporta muchísima información. Entre otras cuestiones, nos da una idea de cómo han evolucionado los organismos actuales a partir de otros preexistentes en periodos geológicos anteriores. También nos da información de los ecosistemas que había en una zona concreta en dichos periodos y por supuesto, nos ayuda a entender la morfología que tenían los organismos fosilizados. Hasta aquí todo correcto, pero... ¿Qué pensarías si te dijera que en algunos casos es posible incluso conocer el color del animal extinto a partir del fósil?

Realmente, es posible averiguar el color de un animal extinto mediante los registros fósiles, sobre todo cuando hablamos de yacimientos de alto estado de conservación, que desafortunadamente, no son demasiado frecuentes. Este tipo de yacimientos reciben también el nombre de Lagerstätte.
En determinadas ocasiones puede ocurrir que no solo fosilicen las estructuras duras, como huesos, dientes, cuernos, etc. En otros, puede también ocurrir que las partes blandas dejen su impresión en el sedimento, dando a la comunidad científica una idea mucho más cercana al aspecto que podrían tener determinados organismos en vida. Y sí: también del color de estas especies.
Algunas de las estructuras que pueden dejar estas impresiones son la piel y las plumas. Por ejemplo, en la península ibérica, es destacado el yacimiento de Las Hoyas, de la provincia de Cuenca, donde han podido encontrarse no solo fósiles de diferentes animales en un excelente estado de conservación, sino también impresiones perfectas de plumas de aves o de dinosaurios terópodos.
Sin embargo, esto no es todo. En algunos yacimientos de alto estado de conservación, junto con las impresiones dejadas con las plumas, los científicos han descubierto fósiles de melanosomas. Estos, en definitiva, son unos orgánulos presentes dentro de los melanocitos.
Los melanocitos, a su vez son células capaces de sintetizar melanina, unos pigmentos que pueden ser de dos tipos:
Mediante microscopía electrónica de barrido es posible conocer si los melanosomas son eumelanosomas o feomelanosomas, y con ello inferir los tonos originales del animal en vida.
El hallazgo revolucionario de melanosomas —orgánulos cargados de melanina— en fósiles extraordinariamente bien conservados, especialmente en plumas de aves y dinosaurios del Cretácico temprano de China (grupo Jehol, hace unos 131–120 millones de años), demostró que no solo huesos y formas pueden preservarse, sino también rastros microscópicos de color original.
Estos microcuerpos fosilizados presentan dos morfologías distintas: unos alargados y cilíndricos (eumelanosomas, asociados a pigmentos negros o pardos), y otros más globulares (feomelanosomas, vinculados a tonos amarillentos o rojizos).
Gracias a las imágenes obtenidas por microscopía electrónica de barrido (SEM), los investigadores pudieron distinguir claramente entre ambos tipos y ubicarlos dentro de la estructura de la pluma —en la misma posición que ocuparían en un ave viva— lo que elimina la posibilidad de que fueran simplemente bacterias o contaminación.
La forma y distribución de los melanosomas permiten reconstruir no solo colores, sino patrones de plumaje. Por ejemplo, en el dinosaurio terópodo Sinosauropteryx, spp. se identificaron feomelanosomas en bandas sobre su cola, lo que sugiere la presencia de rayas en tonos castaños a rojizos.
Otros estudios avalan esta metodología al demostrar que las bandas oscuras en fósiles corresponden a regiones pigmentadas con eumelanosomas, mientras que las claras carecen de estas estructuras. Esto confirma que la distribución de melanosomas refleja fielmente el patrón y el color original del plumaje.
Algunas plumas fosilizadas presentan efectos iridiscentes o metálicos, derivados no solo de pigmentos sino de estructuras nanoscópicas organizadas en capas.
Un ejemplo notable proviene del depósito de Messel (Eoceno, Alemania), donde las plumas conservan una fina capa de melanosomas ordenados en láminas, lo que produce reflejos plateados; además, ciertas zonas presentan tonalidades rojizas o verdosas por depósitos metálicos (como hierro) sobre los melanosomas.
Esto demuestra que no solo el color pigmentario, sino también el color estructural e iridiscente, puede fosilizarse —cuando las condiciones lo permiten—.
Aunque los melanosomas han sido clave, no todos los colores animales se deben a melanina. Pigmentos como carotenoides (amarillos, anaranjados) o colores estructurales azules y verdes tienen menor probabilidad de preservación.
El campo de la paleocoloración reconoce esta limitación y plantea alternativas: algunos animales extintos pudieron no tener pigmentos conservables o exhibir colores claros (sin melanina), y otras funciones como camuflaje o señalización sexual podrían haber tenido origen en pigmentación no preservada.
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Li, Q., Gao, K. Q., Vinther, J., Shawkey, M. D., Clarke, J. A., D’Alba, L., ... & Prum, R. O. (2010). Plumage color patterns of an extinct dinosaur. science, 327(5971), 1369-1372.
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