Índice
La introducción es la primera parte de cualquier texto, que antecede al desarrollo y la conclusión, ya sea un artículo, un ensayo, un informe, una tesis o un libro.
La introducción tiene como objetivo captar la atención del lector, presentar el tema, el propósito y la tesis del texto, y anticipar la estructura y el contenido del mismo.
La introducción es la parte inicial y la clave para el éxito de cualquier texto, ya que determina si el lector seguirá leyendo o no, y si se interesará o no por lo que se expone. Por eso, es importante dedicar tiempo y esfuerzo a hacer una introducción excelente, que cumpla con los siguientes requisitos:
La introducción debe expresar de forma clara y precisa el tema, el propósito y la tesis del texto, sin ambigüedades ni rodeos. La introducción debe ser relevante para el lector, es decir, debe mostrar por qué el tema es importante, interesante o actual, y por qué vale la pena leer el texto.
La introducción debe ser breve, es decir, no debe ocupar más del 10% del texto total. La introducción debe ser concisa, es decir, no debe incluir información innecesaria, repetitiva o secundaria. La introducción debe ser coherente, es decir, debe guardar relación con el resto del texto, y no contradecirlo ni desviarse de él.
La introducción debe ser atractiva, es decir, debe despertar el interés, la curiosidad y la expectativa del lector, y motivarlo a seguir leyendo. La introducción debe ser original, es decir, no debe copiar o imitar otras introducciones, sino mostrar la voz y el estilo propios del autor.
La introducción debe ser creativa, es decir, no debe ser aburrida o convencional, sino que puede usar recursos como el humor, la sorpresa, la pregunta, la cita, la anécdota, el dato, la metáfora, etc.
El primer consejo para hacer una introducción excelente es establecer el contexto y explicar la necesidad de tu trabajo.
Esto significa que debes situar al lector en el marco teórico, histórico, social o cultural en el que se desarrolla tu tema, y que debes mostrar el problema, la brecha, la controversia o la oportunidad que existe en torno a él.
De esta forma, le das al lector una visión general y una justificación de tu trabajo, y le haces ver que tu texto aporta algo nuevo, útil o relevante al campo de estudio.
Debes adaptar tu lenguaje al tipo, al género y al público de tu texto, y que debes usar el tiempo verbal adecuado según el tipo de texto y el tipo de información que presentes.
Por ejemplo, si tu texto es académico, debes usar un tono formal, objetivo y respetuoso, y evitar el uso de la primera persona, de las opiniones personales y de las expresiones coloquiales. Si tu texto es narrativo, debes usar un tono más informal, subjetivo y expresivo, y usar la primera o la tercera persona, según el punto de vista que elijas.
En cuanto al tiempo verbal, lo más habitual es usar el presente para presentar el tema, el propósito y la tesis del texto, y el pasado para referirse a los antecedentes, los estudios previos o los hechos históricos relacionados con el tema.
Esto significa que debes seguir un orden lógico y coherente para presentar la información, y que debes usar conectores, signos de puntuación y marcadores textuales para facilitar la comprensión y la cohesión del texto. El orden más común para organizar una introducción es el siguiente:
La conclusión es la última parte de cualquier texto, y tiene como objetivo cerrar el mismo, resumir los puntos principales, reafirmar la tesis y dejar una impresión final en el lector.
La conclusión es tan importante como la introducción, ya que determina si el lector quedará satisfecho o no, y si recordará o no el texto.
Por eso, es importante dedicar tiempo y esfuerzo a hacer una conclusión que sea igual de buena que la introducción, y que cumpla con los requisitos solicitados.
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