Máster en Infectología Clínica y Terapéutica Antibiótica + Titulación Universitaria
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¿Sabías que se pueden encontrar moléculas y ver su comportamiento gracias a la luz? Pero no, nos referimos a la luz ordinaria, sino a una que emiten ciertas sustancias cuando se iluminan con una fuente especial. Estamos hablando de la fluorescencia y es la base de la inmunofluorescencia, una técnica que permite visualizar moléculas específicas dentro de una célula o un tejido, mediante el uso de anticuerpos marcados con fluorocromos.
La inmunofluorescencia se puede realizar de dos formas: directa o indirecta. Ambas tienen ventajas e inconvenientes, y se elige una u otra según el objetivo y el tipo de muestra que se quiera analizar. En este post, te vamos a explicar las diferencias entre la inmunofluorescencia directa e indirecta, cómo se realizan y para qué sirve esta técnica. ¡Vamos a ello!
La inmunofluorescencia directa es la más sencilla y rápida de las dos. Consiste en utilizar un único anticuerpo que reconoce al antígeno y que está marcado con un fluorocromo. Para aplicar esta técnica, se deben seguir los siguientes pasos:
La ventaja de esta técnica es que se evita el uso de un segundo anticuerpo, lo que reduce el tiempo, el coste y el riesgo de falsos positivos. Además, se puede usar un anticuerpo de cualquier especie, siempre que reconozca al antígeno.
La desventaja es que la señal de fluorescencia suele ser más débil, ya que hay menos moléculas fluorescentes por cada molécula de antígeno. Por eso, se suele usar un fluorocromo con una alta intensidad de fluorescencia.
La inmunofluorescencia directa se suele emplear para detectar antígenos que se expresan en abundancia o que son fácilmente accesibles. También se usa para identificar microorganismos, como bacterias o virus, en muestras clínicas.
Estos microorganismos pueden causar enfermedades infecciosas, que son uno de los principales problemas de salud pública a nivel mundial. Por eso, la detección de estos agentes patógenos es un indicador de salud importante, que permite establecer medidas de prevención, control y tratamiento.
Mientras tanto, la inmunofluorescencia indirecta es la más compleja y sensible de las dos. Consiste en utilizar dos anticuerpos: uno primario y otro secundario. El anticuerpo primario reconoce al antígeno, pero no está marcado con un fluorocromo. El anticuerpo secundario reconoce al anticuerpo primario y sí está marcado con un fluorocromo. De ahí su nombre: la fluorescencia no se produce directamente por la unión del anticuerpo al antígeno, sino por la unión del anticuerpo secundario al anticuerpo primario.
El procedimiento es el siguiente:
La ventaja de esta técnica es que se amplifica la señal de fluorescencia, ya que hay varias moléculas fluorescentes por cada molécula de antígeno. Además, se puede usar un anticuerpo primario de cualquier especie, siempre que se disponga de un anticuerpo secundario que lo reconozca.
La desventaja es que se requiere más tiempo, más reactivos y más cuidado para evitar los falsos positivos. Estos pueden deberse a la reactividad cruzada del anticuerpo secundario con otras moléculas de la muestra o con el propio anticuerpo primario.
Al contrario que el método directo, la inmunofluorescencia indirecta es muy útil para detectar antígenos que se expresan en baja cantidad o que son difíciles de acceder. Se utiliza en la investigación biomédica y el diagnóstico clínico para una variedad de aplicaciones, incluyendo la detección de autoanticuerpos en enfermedades autoinmunes, el análisis de expresión de proteínas en células y tejidos, y la identificación de patógenos en muestras clínicas.
A estas alturas, podemos afirmar que la inmunofluorescencia es una técnica muy útil y versátil para estudiar la nutrición celular. En este sentido, permite identificar y localizar moléculas específicas dentro de las células o los tejidos, como proteínas, ácidos nucleicos, lípidos o carbohidratos. Esto se traduce en una mejor comprensión de los procesos biológicos.
Además, su uso en el diagnóstico clínico permite detectar la presencia de antígenos o anticuerpos en muestras biológicas, como sangre, orina, saliva o tejidos. Esto puede servir para diagnosticar enfermedades infecciosas, autoinmunes, alérgicas o tumorales.
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