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Durante la adolescencia el joven sufre una serie de cambios físicos y psicológicos importantes, muchos de ellos radicales y en un breve periodo de tiempo, lo que genera habitualmente estados de ánimo muy variables. Viven cada momento de forma intensa, a veces actúan de manera impulsiva y muchos, incluso parecen presentar dificultades a la hora de gestionar sus emociones de forma adecuada. Y es que durante esta etapa de la vida, hay procesos cerebrales que siguen madurando y que mucho tienen que ver con la regulación emocional. Como afirman Crone y Dahl (2012), la adolescencia es una etapa de especial vulnerabilidad gracias al desarrollo gradual de las funciones ejecutivas. Durante este periodo, los procesos cognitivos más importantes, localizados en la corteza prefrontal, terminan de madurar: la toma de decisiones, la capacidad de autocontrol (inhibir pensamientos y conductas impulsivas), la expresión de la personalidad, la motivación y búsqueda de satisfacciones, la adecuación del comportamiento social a cada situación y la capacidad de planificación.
Pero, ¿por qué es tan importante el desarrollo de estos procesos durante la adolescencia?, porque entre otras cosas, ayudan a los jóvenes a anticiparse a situaciones, a establecer metas, a tomar decisiones, a priorizar, a concretar, a valorar lo que hacen y cómo lo hacen, a adquirir hábitos y a optimizar el tiempo.
Además, durante la última etapa de la adolescencia, se termina de desarrollar la capacidad de planificación por secuencias (Flores, Castillo y Jiménez, 2014), es decir, la competencia para ordenar y secuenciar una serie de hechos que se suceden unos a otros y guardan relación entre sí. Esta circunstancia, puede influir directamente en la conducta del adolescente y en su capacidad para gestionar su día a día.
Inteligencia emocional y adolescencia
No obstante durante esta etapa vital, los jóvenes también se encuentran en un proceso de búsqueda de identidad, pero sobre todo, de aceptación social, resultando ser ungrupo de iguales muy exigente. Dado que el adolescente suele ser vulnerable a los juicios y a las críticas, su autoestima puede verse dañada, especialmente durante su etapa de escolarización. En este periodo, conviven con sus iguales una media de 6 horas diarias, por ello, el correcto desarrollo de la inteligencia emocional se vuelve esencial durante dicha etapa.
Cuando hablamos de inteligencia emocional debemos considerar que se trata de un constructo, es decir, una construcción teórica que se hace de un problema, o dicho de otra forma, algo de lo que se sabe que existe pero cuya definición es difícil y controvertida. Y aunque hoy en día se habla de tres modelos diferentes de inteligencia emocional, Ibarrola (2013) por su parte, concluye en que el hecho de que se considere a una persona “inteligente emocionalmente” quiere decir que sea capaz de integrar correctamente la razón y la emoción.
Podríamos decir que la inteligencia emocional es la habilidad para percibir, asimilar y comprender las emociones de forma adecuada, así pues, una persona inteligente emocionalmente es capaz de regular y modificar su comportamiento y/o el estado de ánimo de los demás (Ibarrola, 2013). Además, las personas tenemos unos recursos internos que nos ayudan: motivación, autoestima, capacidad de decisión, integridad, ética personal, empatía y altruismo. Por ello, las habilidades emocionales se pueden trabajar a través de ejercicios específicos o integradas de forma natural mediante la participación y desarrollo de metodologías activas de aprendizaje, dado que atender la emocionalidad del alumnado, no requiere un esfuerzo extra, ya que gracias a dichas metodologías, hoy más que nunca resulta especialmente sencillo trabajar el componente emocional en la dinámica diaria.
Metodologías activas e inteligencia emocional
Las metodologías activas de aprendizaje , son una oportunidad para que el alumnado forme parte activa del proceso de enseñanza-aprendizaje e interaccione de manera positiva con el resto de personas y con su entorno. Este tipo de dinámicas favorecen la comunicación y por lo tanto, las relaciones interpersonales. Además, activan los procesos cognitivos mencionados anteriormente.
Algunas de las metodologías activas más utilizadas y habituales en el contexto educativo hoy en día son las siguientes: Rincones de trabajo, Trabajo por proyectos, método Pikler, Just in time teaching, Aprendizaje basado en pensamiento, Flipped classroom, Aprendizaje cooperativo, Aprendizaje por intercambios virtuales, Gamificación, Simulación, Fishbowl.
Emplear este tipo de actividades organizadas y planificadas supone enfrentar al alumnado a diversas situaciones en las que poner en práctica sus conocimientos, habilidades y estrategias aumentando su motivación, interés, autoconfianza y seguridad. Por ello, siempre que el docente adopte un rol proactivo y constructivo frente a dichas metodologías, estará contribuyendo al desarrollo de competencias emocionales del alumnado:
Conclusiones
Partir de una necesidad propia de esta etapa evolutiva y trabajarla poniendo en marcha estrategias que favorezcan su desarrollo, puede suponer una garantía en la mejora de las competencias cognitivas y emocionales del alumnado y en consecuencia, mayores probabilidades de éxito académico; Alonso (2014) reveló a través de su investigación que existía relación entre la inteligencia emocional y el rendimiento académico resultando el manejo emocional o regulación emocional una de las habilidades más relacionadas, además, la autora encontró una relación indirecta entre la inteligencia emocional y el rendimiento a través de las estrategias de aprendizaje y la motivación académica resultando el bienestar psicológico, las estrategias de aprendizaje o la motivación académica variables que explicaban el rendimiento académico del alumnado.
Otros estudios como el de Gutiérrez y Expósito (2015) revelaron que el alumnado que mostró una actitud más sensible, empática y colaborativa, es decir, aquel que dispuso de mayores habilidades sociales, obtuvo un rendimiento académico superior con respecto al alumnado que mostró actitudes asociales.
Además, según la investigación de Rodríguez, Ramírez y Fernández (2017) las metodologías activas de aprendizaje fueron capaces de mejorar los niveles de comprensión, favorecer el interés y disminuir los niveles de dispersión en el aula. Por su parte, Hevia y García (2016) tras presentar 12 tipos de actividades asociadas a metodologías activas, observaron una alta motivación de los estudiantes que incluyeron la participación efectiva y un buen rendimiento académico. No obstante, tal y como indican en su estudio Abellán y Herrada (2016), el docente es un agente fundamental para el éxito de las innovaciones educativas en el centro. Por ello, favorecer una buena salud emocional es un ejercicio que deberíamos realizar a diario, ya que una persona emocionalmente sana se siente bien consigo misma, tiene buenas relaciones interpersonales y sobre todo y lo más importante, tiene control sobre sus pensamientos, sentimientos y comportamientos.
Bibliografía
Abellán, Y. Y., Herrada, R.I. (2016). Innovación educativa y metodologías activas en educación secundaria: la perspectiva de los docentes de lengua castellana y literatura. Revista Fuentes, 18 (1), 65-76. http://dx.doi.org/10.12795/revistafuentes.2016.i18.04
Alonso, L. (2014). Inteligencia emocional y rendimiento académico: análisis de variables mediadoras. (Trabajo fin de grado). Universidad de Salamanca: Facultad de Psicología.
Crone, E.A., y Dahl, R.E. (2012). Understanding adolescence as a period of social-affective engagement and goal flexibility. Nature Reviews Neuroscience, 13 (1), 636–650. doi:10.1038/nrn3313
Flores, J.C., Castillo, R.E., y Jim é nez, N.A. (2014). Desarrollo de funciones ejecutivas, de la niñez a la juventud. Anales de psicología, 30 (2), 463-473. doi: 10.6018/analesps.30.2.155471
Gutiérrez, M., y Expósito, J. (2015). Autoconcepto, dificultades interpersonales, habilidades sociales y conductas asertivas en adolescentes. Revista Española de Orientación y Psicopedagogía , 26(1), 42-58.
Hevia, L.F., y García, N.A. (2016). Modelo de aprendizaje integrando prácticas de metodologías activas. Congreso chileno de educación en ingeniería. UFRO 2016.
Ibarrola, B. (2013). Aprendizaje emocionante. Barcelona: Siegel.
Rodríguez, A., Ramírez, L., y Fernández, W. (2017). Metodologías activas para alcanzar el comprender. Formación Universitaria. 10 (1), 79-88.
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